Cómo hacer que un gato acepte a un perro
¿Qué hay de cierto en el que dicho de llevarse como el perro y el gato? ¿Crees que es imposible que estos animales lleguen a convivir en armonía? Son múltiples las experiencias que rebaten estos prejuicios, y es que la relación entre perros y gatos se ve condicionada por varios factores. En estas líneas descubrirás cómo hacer que un gato acepte a un perro.
Si has acogido a un perro y ya convives con un gato o si te planteas ampliar la familia, ten en cuenta hasta qué punto son compatibles sus caracteres. Un perro muy activo podría estresar a un gato tímido y, por contra, un felino muy parlanchín podría volver loco a un can tranquilo. Sin embargo, como veremos, aparte del temperamento, influyen otros factores.
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Índice
Convivencia entre gatos y perros, las piezas del puzzle
De acuerdo con los veterinarios etólogos y los adiestradores, la afinidad entre perros y gatos está directamente relacionada con 4 aspectos principales:
- El grado de socialización realizado
- La presentación
- Su percepción sobre el entorno en el que habitan
- El establecimiento de normas de convivencia
El grado de socialización realizado
De la 2ª a la 7ª semana de vida en el caso de los gatos, y de la 3ª a la 12ª en el de los perros, conforma el período de socialización. Esto es, aquel en el que biológicamente están mejor preparados para ser expuestos a los estímulos con los que van a convivir en adelante. Abordarlo de forma correcta prevendrá trastornos de conducta en la edad adulta.
Familiarizar al gato y al perro en estas semanas con otros animales, con personas y con diferentes espacios (casa, montaña, playa, etc.) favorece eliminar miedos e inseguridades que pueden dar lugar a conductas agresivas o huidizas más adelante. Las experiencias pasadas con los perros, si son gatos adultos, también modularán su predisposición.
La presentación entre el perro y el gato
Como veremos más adelante existe todo un protocolo, una hoja de ruta con su paso a paso, que conviene respetar para que tus peludos no se sientan invadidos y se toleren. Con el tiempo forjarán un vínculo que los convertirá en buenos amigos. No te vamos a engañar, a veces, la convivencia no es posible por incompatibilidad de caracteres, pero son escasos.
Su percepción sobre el entorno en el que habitan
En este punto, resulta indispensable que te asegures de que ambos perciban su hogar como un espacio seguro y pleno, en el que sus necesidades están satisfechas y en el que no necesitan competir por los recursos. La rivalidad, también por acaparar tu atención y tu cariño, afectará de forma directa a su bienestar y cordialidad.
El establecimiento de normas de convivencia
La fijación de normas de convivencia, o rutinas a las que los gatos son tan devotos, te ayudará a establecer las bases de una feliz convivencia que se mantenga en el tiempo. Por ejemplo, nos referimos a pautar horarios para comer y jugar o a determinar qué espacio corresponde a quién colocando barreras, puertas o refugios en lugares altos.
El paso a paso para lograr que tu gato acepte a tu perro
La edad de tu gato, aparte de su temperamento innato, va a influir en su predisposición a conocer a una nueva mascota. En el caso del perro también es un aspecto condicionante, pero cobra menos peso, ya que, por su psicología, los canes son más gregarios y sociables que los felinos. Este sería el paso a paso cronológico para una correcta presentación:
- Entendiendo que tu gato ya ha sido correctamente socializado, deberás habilitar una habitación para el perro fuera del área de influencia del gato. Dado que este último lleva más tiempo en casa, es probable que se sienta invadido y reaccione de forma poco amistosa al ver peligrar el control sobre su territorio. Recurre a las feromonas apaciguadoras para calmarlo.
- Asegúrate de que tu perro cuenta con todo lo necesario para sentirse cómodo en casa (dispone de su comedero, su bebedero, su cama, sus juguetes y su arenero si es cachorro).
- Realiza un largo paseo con el perro para que al llegar a casa esté cansado y tranquilo. Mantenlo atado con la correa en todo momento.
- Ya en casa, te recomendamos que cuentes con la ayuda de otra persona para que tú te ocupes del perro y la otra persona del gato o a la inversa. Cerciórate de que el can no tiene posibilidad de alcanzar al gato ni a sus enseres. Igualmente, ofrécele a tu minino una escapatoria o un refugio en las alturas si se siente violentado.
- Durante el periodo de adaptación, cuya duración es muy variable en cada caso, cada animal deberá vivir en un espacio apartado del otro. En estos días céntrate en intercambiar mantas o juguetes para que se vayan familiarizando al olor del otro.
- A los 5-7 días de la llegada del perro deberías empezar a propiciar los contactos visuales, siempre a cierta distancia para el que minino no se sienta amenazado, y con el perro atado. Si ves que el gato no gruñe ni bufa, permíteles que se saluden y olfateen. Hacerlo colocando un bozal al perro te evitará sustos indeseados.
- Si consideras que se toleran, ve alargando cada día la duración de estos encuentros, siempre bajo la supervisión de un humano. Ya habrás superado la fase más compleja. Será cuestión de tiempo que se pasen el día persiguiéndose y jugando juntos.
Consejos finales
No podemos despedirnos sin hacer hincapié en la necesidad de que mantengas una actitud calmada y paciente. Este proceso de conocimiento mutuo puede llevar días, semanas o meses. No existe una fórmula mágica para esclarecer cuan pronto lograrán llevarse bien. Lo que sí sabemos es que tu aportación como tutor debe orientarse a facilitarlo.
¿Cómo? Tratando a ambos por igual, dedicándoles el mismo tiempo y atención y valiéndote del refuerzo positivo para afianzar los pequeños logros que alcancéis cada día. Nunca los reprendas y utiliza los motivadores que mejor funcionen con cada uno de ellos para seguir avanzando. No subestimes el poder de tu voz para educarlos.
Como consejo adicional, si tienes dudas sobre el grado de tolerancia de tu minino hacia los perros, te sugerimos que pruebes a llevarlo a casa de algún amigo o conocido que tenga un perro acostumbrado a los gatos, o mejor aún, que los invites a casa.